El presidente Pedro Sánchez ha anunciado recientemente una polémica propuesta que plantea dudas sobre su eficacia y viabilidad jurídica. La iniciativa se enfrenta a importantes retos, principalmente debido a la falta de una mayoría parlamentaria necesaria para su aprobación. A lo largo de la actual legislatura, se ha producido una notable tendencia a que muchas propuestas presentadas por el gobierno de Sánchez no hayan superado los obstáculos parlamentarios. De hecho, de las numerosas medidas anunciadas durante este período, nada menos que 35 no han podido avanzar en el proceso legislativo, ya sea por oposición o por barreras procedimentales.
Esta última medida, que pretende imponer restricciones a la compra de propiedades, ha suscitado un considerable debate. De implementarse, podría entrar en conflicto con la legislación europea y española vigente. Estas discrepancias jurídicas complicarían la promulgación y aplicación de la propuesta. Un aspecto clave de esta cuestión tiene que ver con la distribución de la autoridad fiscal en España, en particular las competencias de las comunidades autónomas. Cualquier intento de hacer cumplir las restricciones a la compra requeriría eludir o alterar estos poderes regionales, lo que podría provocar la resistencia de los gobiernos locales. En el caso de las Islas Baleares, el impacto práctico de la medida propuesta en el mercado inmobiliario probablemente sería mínimo. Los datos indican que las transacciones inmobiliarias que involucran a ciudadanos británicos, que son el grupo más grande de compradores no pertenecientes a la UE, representan solo el 3% del total de transacciones en la región. Este bajo porcentaje sugiere que incluso si la medida se implementara con éxito, no conduciría a un cambio significativo en el mercado inmobiliario local. Esto plantea más preguntas sobre la necesidad y la utilidad general de la iniciativa.
Los críticos argumentan que la probabilidad de que esta propuesta obtenga aprobación es extremadamente escasa. Dada la dinámica política actual y los numerosos obstáculos legales y administrativos que enfrenta, la medida parece más simbólica que práctica. Algunos observadores sugieren que el anuncio puede tener la intención de generar un discurso político o apelar a bases de votantes específicas en lugar de resultar en un cambio legislativo real.
El debate sobre esta medida también pone de relieve cuestiones más amplias en el proceso legislativo bajo el gobierno de Sánchez. La frecuente incapacidad para asegurar el apoyo parlamentario a las políticas propuestas subraya los desafíos de gobernar sin una mayoría estable. Además, las complejidades jurídicas de las leyes españolas y europeas, combinadas con la estructura descentralizada de la gobernanza en España, crean un entorno complejo para la introducción de nuevas regulaciones.
En conclusión, si bien la restricción propuesta a la compra de propiedades puede llamar la atención como una declaración política, sus posibilidades de convertirse en una política legalmente ejecutable son extremadamente bajas. Los posibles conflictos de la medida con la legislación europea y española, junto con la necesidad de sortear los poderes de las comunidades autónomas, hacen que su implementación sea muy improbable. Además, en regiones como las Islas Baleares, el impacto mínimo que una medida de este tipo tendría en el mercado debilita aún más su justificación. Estos factores, junto con la tendencia histórica de medidas fallidas durante esta legislatura, sugieren que la propuesta tiene más que ver con el mensaje político que con la gobernanza práctica.